crianza y covid19“Se necesita todo un pueblo para criar un niño”

Proverbio africano

 

En México ha pasado casi mes y medio del inicio de la  suspensión de clases por motivos de COVID-19 y tentativamente estamos a un mes del regreso de nuestros niños a las aulas. En este periodo hemos transitado ya por muchas etapas. Algunas comunes y compartidas por la mayoría de nosotros y otras tan particulares y personales que se alimentan de nuestras experiencias únicas y más íntimas. 

Cuando inició la estrategia nacional de quedarnos en casa a pesar de la incertidumbre  de lo que viviríamos y de los miedos que esto traía consigo, podíamos encontrar un toque de entusiasmo e ilusión de cómo llevamos el sano desarrollo de nuestros hijos, circulaban muchas estrategias y actividades para que ellos realizaran o para hacerlas juntos; había cuentos, libros en texto o en audio, películas, juegos, dibujos para colorear, recetas de cocina, dinámicas de ejercicio etc.; algunos los hicimos, otros se quedaron en el tintero o en la lista  de las buenas intenciones, pero  al pasar los días  empezamos a experimentar una sensación de fracaso, porque no estábamos ni ligeramente cerca de lograr lo que antes de quedarnos en casa habíamos conquistado con mucho esfuerzo. Después de la semana Santa y de pascua esto se acentuó, me refiero al cansancio, la sensación de fracaso, el caos, pues llegó con más fuerza la carga trabajo escolar.

Pero, ¿por qué esto nos lleva al caos? porque al quedarnos en casa, en un instante y sin darnos cuenta, asumimos un sin fin de roles que estaban repartidos socialmente; es decir, los hacían otras personas o instituciones. El distribuir los roles de crianza en la comunidad, antes de la época moderna era lo común, podíamos observar cómo la apropiación de la cultura no era sólo responsabilidad de los padres sino de todo el grupo, había conjuntos de mujeres  que  cuidaban a los niños más pequeños y a los grandes se les incluía en las actividades  de los adultos asignándoles tareas con las que se irían apropiando de los conocimientos  y habilidades de su comunidad, lo que facilitaba las tareas de crianza y enriquecía las vivencias y los afectos de los niños (Cole, 1996; Rogoff, 1993; Rogoff et al., 1996).

Hasta antes del resguardo domiciliario, pese a que los métodos de crianza han cambiado y se ha tendido a concentrar la responsabilidad  en los padres y de que nos encontramos ante movimientos como el de child free (espacios y actividades libres de niños, discursos de odio hacia la infancia; en donde parte de la comunidad no solamente no participa abiertamente de la crianza sino que son antagónicos a ella), gran parte de la comunidad, sostenía, daba apoyo, estructura, cariño, conocimiento y motivación a nuestros hijos; es decir,  los criaba junto con nosotros.

Antes de “quedarnos en casa”, en un día común había maestros y maestras que se encargaban de enseñarles historia, matemáticas, deportes, artes, idiomas, que les sonreían en la convivencia, les daban sostén emocional, los inspiraban, motivaban y les establecían límites; en esa convivencia cotidiana, también se encontraban las señoras de la cooperativa o la tiendita, que cocinaban su colación o algún bocadillo para después de la escuela, había otras mamás que platicaban o compartían el camino de regreso a la casa o la hora de estar en el parque, se encontraban los vecinos que los han visto crecer y que compartían algunas palabras y anécdotas, estaban las abuelas que cumplían un rol muy fuerte de crianza;  había mucha gente que era importante.

Así también, nuestros niños tenían un torrente de interacciones, estructuras, cariños, experiencias, etc. que pasaron a estar únicamente en las manos de nosotros como padres, quienes aceptamos el reto con valentía, pero con poca probabilidad de éxito, mucho más aún si la crianza no es nuestra única labor en este período, pues puede ser que además de ello, trabajamos a distancia, perdimos el trabajo y necesitamos conseguir el sustento diario o planificar nuestro futuro económico y/o realizamos al mismo tiempo las innumerables labores de limpieza y alimentación. Debemos darnos cuenta de la cantidad de roles, de personas o figuras involucradas en nuestra vida cotidiana y que queremos asumir literalmente, al mismo tiempo.

Antes de la pandemia ya se reconocía a la familia como la institución que más violenta a los niños y es la madre quien encabeza el maltrato en las estadísticas: 4 de cada 10 madres y 2 de cada 10 padres en México, sin importar el estrato económico, reportan haberles pegado a sus hijos cuando sintieron enojo o desesperación (UNICEF, 2019). Hablamos de madres que desde antes del confinamiento ya estaban sobrecargadas de actividades y expectativas y que además, estaban tan devaluadas en derechos, con un modelo de maternidad idealizado. Madres que llegaban a violentar a sus hijos antes de que el castigo más brutal lo impartiera el padre (hacia ellas o hacia sus hijos) y muy probablemente, ya experimentaban culpa por no poder cumplir al mismo tiempo con los roles de crianza de sus hijos y la vida profesional por la que habían luchado con mucho esfuerzo. Ahora estas madres se enfrentan, además, (ante el hueco tan profundo que los demás han dejado) a que el aislamiento está resultando dañino para ella y es para sus niños que atraviesan la primera infancia.

No es difícil de imaginar que en estos momentos organismos como la UNICEF, estén fuertemente preocupados por la violencia que vivieran en su casa los niños y los adolescentes. Pues existe una sobrecarga elevada, respecto a lo que se debe lograr en los hogares, sobreentiéndase en nuestra sociedad, lo que idealmente deben lograr las madres.

¿Qué podemos hacer entonces ante este panorama tan desalentador? Aceptemos el fracaso. Rápidamente interpelaremos ¿qué? ¡qué idea tan mediocre es esa! ¡Necesitamos darle significado a la vida, ser resilientes, ser positivos! Entiendo, necesitamos clarificar esta idea, Victor Frankl al inicio de su libro “El hombre en búsqueda del sentido” que narra la experiencia psicológica vivida en primera persona al estar en un campo de concentración, nos dice “en condiciones anormales, actuar de manera normal, resulta anormal” (Frankl, 2015).

La forma de crianza como la vivíamos, implementada en tiempos de pandemia fracasará, nos sobrecargará y nos llevará a puntos cúspide que se relacionan directamente, junto a otros factores sociales, al maltrato en la infancia; necesitamos reestructurar lo que hacíamos, te propongo lo siguiente:

  • Comprender que algunas cosas no serán como lo teníamos planificado. Lo anterior, es pieza fundamental para reestructurar los mecanismos para la crianza en estos momentos; será importante aceptar que  alguna clase de idiomas, artes o de deportes se tendrá que recursar pus quizá no se aprobará, algunas tareas se atrasarán, algunas festividades no se harán de la misma manera en que las teníamos pensadas, nuestros hijos llorarán en las noches, se pelearán con hermanos, alguna comida no se hará a tiempo o se nos quemará, entre otras cosas y eso estará bien.
  • Identificar que las experiencias educativas están inmersas en la vida cotidiana, en el lenguaje, en la rutina, en la experiencia, en el vínculo, no solamente están en las aulas dentro de las escuelas, ni en los contenidos sistematizados, enseñémosles a nuestros hijos lo que solo nosotros podríamos.
  • Aceptar que seguimos necesitando de otros y que otras familias nos necesitan. Las experiencias cotidianas, a pesar de que se hagan a través de medios electrónicos, pueden brindarnos consuelo, motivación, soporte. Si eres maestra graba videos para tus niños, cautívalos con temas interesantes como lo sabes hacer, diles que los quieres y que los extrañas, si eres tía, abuela o madrina que convivía con un pequeño, ayúdale a distancia a hacer alguna de sus tareas, cuéntales un cuento en la noche hasta que se duerman, diles que los quieres, puedes encontrar la forma y ser creativo, pequeñas acciones serán de gran ayuda para la familia.
  • Reconocer el papel del padre como fundamental en la crianza de forma cotidiana y mayormente en esta contingencia, no solamente por lo importante que es para su hijo en desarrollo, ni por la equidad que eso represente en la relación de pareja, ni el desahogo que representa para una madre (que como hemos visto está cansada), sino por el bienestar que experimenta el propio padre al tomar un papel activo en la crianza, el hacerlo puede provocar en él, alegría, compasión, empatía, ternura; una sensación de amplitud y un sentimiento mucho más profundo del significado de la vida.

Más que nunca debemos hacernos conscientes de la importancia que tiene y tendrá para cada individuo la forma de vivir su infancia, pues impactará en áreas cognoscitivas, emocionales y de salud; creando cosmovisiones y acciones que incidirán indudablemente en la cultura. Para la tarea titánica de criar un niño, se necesita todo un pueblo y el aislamiento en tiempos de COVID 19, lo evidencía.

Tus experiencias son únicas y nos interesa conocerlas, pertenecer a grupos en redes sociales da soporte a la gente, escríbenos tus comentarios e historias, participa de las experiencias de los otros que publican dándoles apoyo, actuemos en comunidad. Les abrazo y entiendo.

 

Material que puede ser de tu interés:

Cole, M. (1996). Psicología cultural: Una disciplina del pasado y del futuro. Ediciones Morata·        

 The Beginning of life. Serie documental de la primera infancia, disponible en NETFLIX

Frankl, V. E. (2015). El hombre en busca de sentido (Edición: 3a ed.). Herder.

Rogoff, Bárbara. (1993). Aprendices Del Pensamiento: El Desarrollo Cognitivo en el Contexto Social. Paidós.

Rogoff, Barbara, Mosier, C., Mistry, J., & Göncü, A. (1996). Toddlers´ Guided Participation with their Caregivers in Cultural Activity. En E. A. Forman, N. Minick, & C. A. Stone (Eds.), Contexts for Learning: Sociocultural Dynamics in Children’s Development (pp. 230-253). Oxford University Press.

UNICEF (2019) Panorama estadístico de violencia contra niñas, niños y adolescentes en México. disponible en: https://www.unicef.org/mexico/media/1731/file/UNICEF%20PanoramaEstadistico.pdf

UNICEF (2020) Guía sobre el coronavirus COVID 19. Disponible en: https://www.unicef.org/mexico/informes/gu%C3%ADa-sobre-el-coronavirus-covid-19

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