aprendo-en-casa-sobrecarga-coronavirus“Aprendo en casa” es un programa de enseñanza a distancia que iniciaron las autoridades educativas de nuestro país a partir del 20 de abril del 2020 debido al cierre de los planteles escolares, como parte de  las medidas propuestas por la jornada nacional de sana distancia.

Ante la imposibilidad de volver a las aulas para evitar perder el ciclo escolar, muchas familias (madres en su mayoría) intentan que sus pequeños sigan “aprendiendo en casa” al cumplir con la agenda de actividades que se transmiten por televisión, para contar con  evidencia de trabajo académico que les permita ser evaluados y aprobar el grado en el que se encuentran inscritos. 

Seguir aprendiendo es desde luego una oportunidad que vale la pena rescatar, por lo que es importante reconocer que hay una valiosa suma de esfuerzos sociales para mantener a flote la misión de la institución educativa: hay una estrategia en marcha, televisoras poniendo parte de ella al alcance de las personas, además de docentes y familias con la intención de apoyar la educación de los niños.

En cuanto a las bases de la estrategia, la Secretaría de Educación Pública anunció a padres de familia y al personal del sistema educativo nacional que la estrategia de educación básica integraría los siguientes aspectos: (1) proporcionar una plataforma tecnológica para apoyar las labores educativas de los profesores (“Google for Education”), (2) contar con recursos educativos acordes a los programas de estudio de los niveles básicos tales como planificaciones, materiales educativos y bancos de reactivos para evaluación, (3) promover diversos programas de capacitación en la incorporación de recursos tecnológicos a la práctica docente, además de conservar la transmisión de contenidos educativos a través de televisoras y radiodifusoras locales, distribuyendo incluso materiales y actividades en formato impreso para aquellas personas carentes de acceso a internet y dispositivos electrónicos (Milenio, 2020)

Sin embargo, en nuestra opinión la enseñanza por televisión es lo que desafortunadamente ha cobrado mayor presencia en los primeros niveles del sistema educativo (particularmente preescolar y los primeros grados de primaria) y es precisamente en ese contexto en el que elaboramos las reflexiones de este artículo.

Lo que idealmente se planteó como una estrategia educativa innovadora mediada por tecnología, adolece de diversas problemáticas comprensibles a causa de la velocidad con la que la crisis asaltó al sistema educativo, pero no justificables en términos del valor psicopedagógico, las deficiencias en la incorporación estratégica de las TIC para apoyar la enseñanza y el aprendizaje, además de la falta de consideración de factores sociales, culturales e incluso de salud psicológica y socio-emocional de las familias para el diseño y puesta en marcha de la respuesta educativa de nuestro país frente al COVID-19.

A raíz de las ideas anteriores, en las siguientes líneas planteamos nuestras opiniones sobre algunos aspectos de la estrategia que a nuestro juicio tuvieron, o quizá aún tengan oportunidad de replantearse y con ello, mejorar.

acceso a internet educacionLa OCDE en su “Iniciativa de innovación para la educación global” (Reimers & Schleicher, 2020), señala que para el desarrollo de la respuesta educativa ante el coronavirus en México debe considerarse la desigualdad en el acceso a dispositivos electrónicos con conexión a internet (típicamente computadoras personales) que la población mexicana puede utilizar para el trabajo escolar, ya sea en sus escuelas o en sus hogares, señalando que México se encuentra debajo de los promedios reportados por la OCDE en 2018. En el caso del acceso a una computadora para el trabajo escolar, México ostenta el 56% frente al 89% de la OCDE, mientras que sólo el 68% tiene acceso a internet, contra el 95% reportado por dicha instancia. 

Puede pensarse que los datos anteriores parecen la mejor justificación para dar mayor énfasis a la transmisión televisiva de contenidos educativos, y a la distribución de materiales impresos para atender las dificultades de cobertura y acceso tecnológico de la facción más desfavorecida de la población, sin embargo, lo anterior no necesariamente es acertado.

De acuerdo con el INEGI y la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) del 2019, la situación es más positiva de lo que aparenta. Según dicha encuesta, alrededor del 76.6% de la población urbana es usuaria de internet, mientras que en las zonas rurales 47.7% de la población cuenta con acceso a ella. Además, también es importante destacar que la mayoría de los usuarios de internet cuentan con un dispositivo propio ya que el 95.3% accede desde un teléfono inteligente, 33.% desde una computadora portátil y 28.9% desde una computadora de escritorio. Sin embargo, es importante reconocer que las principales actividades de los usuarios corresponden a entretenimiento (91.5%), obtención de información (90.7%) y comunicación (90.6%) (Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 2019)

Es necesario atender las necesidades originadas por el atraso tecnológico de las zonas y estratos de la población que así lo requieran, pero es un error asumir que toda la población padece ese mismo atraso, por lo que a nuestro juicio es apremiante que autoridades educativas, escolares, alumnos e incluso padres y madres de familia contemos con un programa adecuado para traducir el uso de tecnología en la educación a didácticas que representen un verdadero beneficio en el aprendizaje de nuestros pequeños, en lugar de mantenerlos aislados no sólo del coronavirus, sino también de las experiencias más significativas del sistema educativo debido a la imposibilidad de reconstruirlas dentro de casa. Partiendo de esas carencias, lo único que ha quedado es alienar a nuestros hijos frente al televisor unas horas y mantenerlos otras tantas en el escritorio, intentando responder (con tanta ayuda como se pueda) preguntas de escaso valor pedagógico, para acumularlas con devoción en un fastidioso mamotreto, con la organización de un Frankenstein y cualidades de cachivache, conocido también como «carpeta de experiencias».

Finalmente, podemos concluir que la desigualdad en la cobertura y acceso a la tecnología (brecha digital) no necesariamente representa una justificación poderosa para optar por prácticas educativas anticuadas para dar respuesta a la crisis educativa originada por la pandemia, en especial cuando ya se tienen las condiciones mínimas de acceso y cobertura tecnológica, aunque debe tomarse en cuenta que dicha tecnología no necesariamente está funcionando como un soporte que lleve a plantear situaciones educativas que beneficien el aprendizaje de nuestras hijas e hijos.

educacion-internetEnfrentar una pandemia mundial es uno de los mayores retos que ha tenido la educación escolarizada y se ha convertido en el pretexto perfecto para reconsiderar las potenciales aportaciones de las tecnologías de internet no solo para dar continuidad a la función del sistema educativo, sino para transformarlo, y si se utilizan con fundamento tecnopedagógico, mejorarlo.

En mis inicios como estudiante de posgrado uno de mis mentores ironizaba sobre esa idea, planteando que “había mucho entusiasmo por la educación en línea; todo mundo hablaba sobre la revolución de la educación mediada por tecnología, pero no pasaban de utilizarla para transmitir bustos parlantes y pasar-páginas (diapositivas)”, algo que sin duda puede lograrse también con la exposición oral de un profesor en un salón de clases con un rotafolios de papel. Otro argumento interesante en ese mismo sentido, lo escuche en una conferencia de Roger Schank, quien señalaba que “la tecnología no sirve de mucho si intentamos hacer con ella lo mismo que podríamos lograr en su ausencia” (Schank, 2013).

Lo anterior es precisamente lo que está ocurriendo en la realidad, pues se intenta reproducir erróneamente gran parte de las prácticas de la institución educativa presencial en nuestras casas; con ciertos apoyos tecnológicos (internet, un celular y en el mejor de los casos una computadora), pero con poca planeación y escasos recursos didácticos. Sin una figura con conocimientos y experiencia profesional para la gestión de la enseñanza (que quede claro, los padres no somos profesores). Peor aún, en ausencia de otros compañeros de aprendizaje con los que nuestros pequeños puedan compartir puntos de vista, colaborar, experimentar y divertirse en actividades diseñadas ex profeso, mientras resuelven problemas significativos y relevantes para su experiencia cotidiana. 

Lo que hasta el momento ha dejado el coronavirus en este ámbito es un panorama lleno de improvisación, accidentes, lagunas en la planeación y desarrollo de experiencias educativas basadas en tecnología, además de pocas herramientas para formar a los profesores y familias sobre la mejor estrategia para incorporar recursos tecnológicos no solo para dar continuidad a la escuela, sino para facilitar la enseñanza y potenciar el aprendizaje. Vemos profesores utilizando las herramientas que tienen a su alcance para perderse en el escabroso laberinto de comunicar mensajes susceptibles a la caducidad cronológica, intentando compartir contenido, inundándose caóticamente de dudas, recopilando y distribuyendo actividades de forma desorganizada (en WhatsApp, Facebook, e incluso Skype) para acentuar con ello los inconvenientes de emplear herramientas que no fueron diseñadas para constituir entornos virtuales de aprendizaje (ver apartado de “la necesidad de rediseñar la experiencia educativa), por lo que causan más dificultades de las que resuelven (como lo muestra ésta caricatura ficticia de una clase por videoconferencia).

Para poder aprovechar el enorme potencial de la incorporación de las TICS en educación, debemos abandonar la idea de que “la tecnología en sí misma educa” (quizá por ello se piense que la televisión tiene potencial per se). Si bien en algunos casos puede ampliar nuestras capacidades individuales, tiene el potencial de configurar nuevos modos de relacionarnos con el entorno para aprender (Salomon & Perkins, 2005), que bien encaminados pueden apoyar de forma trascendente los procesos y resultados del aprendizaje.

Hay formas básicas, por no decir triviales y obvias de utilizar la tecnología, como lo es valerse de ellas únicamente para almacenar y distribuir información de forma remota. En vez de ello, vale la pena entender que las TICS pueden ayudarnos a representar, organizar y reorganizar nuestras actividades, interactuando con otras personas mientras operamos con conocimiento y resolvemos problemas conjuntamente (Bustos & Coll, 2010)

El verdadero potencial de las TICS en la educación lo encontramos en su capacidad no solo de permitirnos regular nuestra propia actividad, sino en la posibilidad de comunicarnos con otras personas para regular también nuestro comportamiento como grupo, razón por la cual algunos planteamientos contemporáneos sobre uso educativo de tecnología propongan aprovecharla para involucrar a los alumnos en didácticas basadas en problemas, en donde interactúen, discutan, elaboren juicios, reflexiones y argumentos mientras colaboran aprendiendo de forma “distribuida” y en comunidad (Cole & Engeström, 2007; Pea, 1996; Scardamalia & Bereiter, 2006).

atraso modelo psicoeducativoSe considera a la educación como una de las formas más directas de estimular el progreso social, por lo que su “democratización” ha sido siempre una de las preocupaciones fundamentales de las agendas de los gobiernos, de ahí que su modalidad a distancia juegue un papel importantísimo para lograrla.

La educación a distancia ha tenido una larga historia de desarrollo que ha favorecido el acceso y cobertura de los sistemas educativos, a fin de satisfacer las necesidades de aprendizaje de la población  mundial, generando mecánicas para solucionar la dependencia de la proximidad física y la concurrencia en el tiempo, con la aspiración de integrar con el paso del tiempo una plataforma permanente de acceso a la educación donde sea, cuando sea.

De acuerdo con Aretio (1999), podemos identificar los orígenes de la educación a distancia en sincronía con la aparición de diversos avances tecnológicos dentro de los que encontramos la invención de la escritura y la imprenta, que dieron inicio a la primera generación de la educación a distancia a principios del siglo XIX con la enseñanza por correspondencia; pasando a la segunda generación a inicios de los 60´s apoyada por los medios masivos de comunicación (radio y televisión) junto con las telecomunicaciones ortodoxas, y finalmente se transitó a la tercera generación iniciada en los años 80´s que corresponde a la enseñanza mediada por las tecnologías computacionales y más recientemente la educación en línea mediada por Internet y las didácticas de naturaleza social (Stahl et al., 2006).

Cada una de éstas etapas significó un avance necesario no sólo en el ámbito tecnológico, sino en la evolución de las concepciones sobre la enseñanza y el aprendizaje que derivaron de la investigación educativa y sus múltiples desarrollos, los cuales han cambiado radicalmente la forma de incorporar las TICS al acto educativo, por lo que resulta muy valioso entender en donde se encuentra el discurso educativo moderno y de qué concepciones se ha distanciado por haber sido superadas por nuevas y mejores propuestas.

En la actualidad las disciplinas científicas del aprendizaje y la enseñanza se han distanciado  del predominio del instruccionismo, en el que alguien (típicamente el docente) transmite hechos y procedimientos de forma “mecánica” a sus alumnos, considerados entes pasivos limitados únicamente a recibirlos. Gracias a los planteamientos del constructivismo (en todas sus vertientes), se ha logrado resignificar al alumno como un agente activo y propositivo, que no solo recibe información, sino que reinterpreta lo que aprende, construye y reconstruye conocimiento junto con sus pares, aplicándolo a diversas situaciones relevantes de su experiencia cotidiana (Hernández, 2000; Sawyer, 2008) 

Las ciencias de la educación han llegado a una compresión profunda respecto a cómo guiar o personalizar el aprendizaje, sobre qué hacer para desarrollar los heurísticos del pensamiento (metacognición) que influyen en que se aprenda mejor. Se ha encontrado también cómo estimular habilidades de pensamiento de orden superior, incluso facilitar los mecanismos cognitivos y sociales relevantes para aplicar y adaptar conocimiento a nuevas situaciones, sin olvidar los avances respecto a cómo las didácticas de solución de problemas benefician el aprendizaje mediante la externalización y uso del conocimiento (Sawyer, 2006), entre muchos otros hallazgos.

Para incluir la tecnología como parte de cualquier concepción que derive en estrategias de tecno-pedagógicas, es importante mencionar que ésta interviene como un importante mediador que potencialmente permite desarrollar formas de aprender más trascendentes, considerando dicho aprendizaje como un fenómeno situado, que involucra al propio aprendiz, a otros compañeros de aprendizaje y obviamente a las herramientas y actividades con las que construye o moviliza saberes (Collins, 2006; Greeno, 2011).

Parece que los avances, concepciones, teorías sobre el aprendizaje y la enseñanza más actuales han sido de alguna manera ignoradas, optando por una mecánica que lleva décadas de superada. Pensamos que la difusión de contenidos por televisión padece de vicios tales como la unidireccionalidad en la comunicación, la sobre-dependencia de la sincronía y la terrible ausencia de artefactos, actividades, recursos, figuras e interacciones sociales que enriquecen el acto de aprender y que los encontramos en escenarios educativos mejor diseñados. De ahí que se desaprovechan los grandes logros de las ciencias de la educación y los avances tecnológicos contemporáneos, haciendo muy difícil comprender la razón por la que se retrocede casi medio siglo al modelo educativo para regresar al simple, llano y estéril «transmisionismo sesentero».

Estas ideas nos llevan necesariamente a reflexionar que la ambiciosa aspiración de lograr una “nueva escuela mexicana” quizá necesite una reingeniería de fondo que tenga considerado incorporar estratégicamente recursos tecnológicos no solo para facilitar la distancia social para el combate al coronavirus, sino para consolidar uno de los componentes más importantes y mejor planeados del sistema educativo, de carácter permanente en lugar de emergente.

El aprendizaje es un fenómeno que atraviesa todas las áreas de la existencia cotidiana, por lo que se afirma que se aprende “a lo largo de la vida”, y sobre todo fuera de la escuela. Sin embargo, la educación escolar, a diferencia de otros escenarios educativos tiene características que la diferencian de ellos. Su misión es el desarrollo y socialización de los más jóvenes, pues les proporciona los saberes y habilidades valiosas para funcionar en su cultura, mediante una serie de mecanismos de apoyo que son sistemáticos, planificados y persistentes en el tiempo (Coll, 1990).

La educación es intencional debido a que tiene unos propósitos definidos, por lo que la estrategia para llegar a ellos es proclive a diseñarse. El diseño educativo puede considerarse como la utilización de determinados métodos para organizar la enseñanza y el aprendizaje, a través de distintos medios que toman en cuenta factores y recursos cognitivos, afectivos, sociales e incluso tecnológicos (Reigeluth, 2000)

Considerando algunas concepciones sobre la educación escolar, es necesario mencionar que el aprendizaje dentro de ésta ocurre en el marco de las relaciones entre profesores, contenidos y alumnos, en torno a tareas de enseñanza-aprendizaje en el contexto de la mediación por tecnología. No obstante, como mencionamos en párrafos anteriores, la dinámica de esas relaciones en la educación escolar, no es arbitraria, por lo que puede y debe diseñarse.

El conocimiento psicoeducativo sobre el aprendizaje que se ha generado en los últimos años ha derivado en didácticas que los diseñadores educativos habrían (con la formación adecuada) de utilizar e integrar dentro del modelo de “aprendo en casa”, tomando como referente concepciones más elaboradas y con mejor fundamento tecno-pedagógico para  “transformar el sistema educativo presencial a un sistema educativo mediado por tecnología”.

Para abrir expectativas respecto a lo que analizamos en este artículo, basta con dar un ligero vistazo al sitio “aprendo en casa” y al ingresar a una de sus páginas principales veríamos la siguiente pantalla:

aprende-en-casa-mal-planeado-psicopedagogía

Esperaríamos contar con recursos de apoyo cada uno de éstos actores, cuál es la manera en la que participarán éstas tres figuras en la dinámica de aprender en casa, quizá una explicación un poco más elaborada en torno al modelo educativo en el que supondremos fueron considerados. Veamos: si ingresamos a la sección “alumnos” veremos un documento de 4 páginas que consiste en una especie de manual que describe el propósito de transmisión de contenidos escolares por televisión, brinda algunos recursos educativos de referencia, explica el concepto de carpeta de experiencias y promete que quizá pronto el profesor o profesora se pondrá en contacto con el alumno, sin entrar en detalles respecto a cómo, cuándo y para qué.

Se pone peor. Si ingresamos en la sección de padres de familia, o la de maestros, nos encontramos con la sorpresa de que ¡no hay nada! Aún no se tiene una planificación para involucrar a éstas figuras dentro de la estrategia. No obstante, al indagar en otras secciones de la plataforma nos percatamos de que el sitio sÍ cuenta con una colección de recursos de apoyo para los niveles preescolar, primaria y secundaria, dentro de los que podemos mencionar: la agenda televisiva, algunas fichas de repaso, lecturas, videos y algunos materiales interactivos. Ese es el nivel más sofisticado al que llegaremos si examinamos con más profundidad. Es todo lo que hay para dar soporte al sistema educativo nacional en su nivel básico, con aspiraciones a realizarlo con apoyo de recursos tecnológicos que permitan seguir aprendiendo sin los riesgos que ahora implica la proximidad física.

Ambiente Virtual de Aprendizaje es una de las nociones que a nuestro juicio se encuentra ausente, y sería necesario incluirla dentro de lo que hoy oferta la SEP. El integrar tal concepto a su propuesta ayudaría, entre otras cosas, a brindar mayor coherencia, estructura y organización a la experiencia educativa, además de comunicar mejor el sentido y propósito de la misma.

Un Ambiente Virtual de Aprendizaje no es solo una colección de recursos y aplicaciones para gestionar las actividades de los alumnos. Es un entorno intencional en donde el alumno es actor, hace, manipula, produce. El contenido y la estructura de la información se diseña, además de incluir herramientas que permiten la interacción social multidireccional (en algunos casos orientada a la colaboración), tanto de forma síncrona como asíncrona. Incluye representaciones análogas a conceptos escolares familiares para el estudiante (como aula virtual, foro de discusión, conversación, lección, exámen, etcétera), e incluye múltiples funciones que son de interés tanto para el alumno (medios de comunicación, espacios donde entregar las tareas, dónde localizar recursos de aprendizaje, etcétera), como para el profesor (herramientas de comunicación, instrumentos de evaluación, de monitoreo de los recursos y administración de las actividades de aprendizaje -por ejemplo dónde recibirlas-) (Dillenbourg et al., 2002), todas ellas en conjunto proporcionan un entorno sistemático, organizado, y enriquecido que puede servir para inducir a quienes participan en el acto educativo a la utilización de un soporte tecnológico para enseñar y aprender.

Otro de los problemas relevantes que a nuestro juicio ha dejado la propuesta educativa de la SEP ante la pandemia, es la omisión accidental (y en el peor de los casos deliberada) del profesor, pues no se ha brindado claridad respecto a cómo debería participar la figura docente al “aprender en casa”. Esa figura, considerada como un elemento fundamental de las dinámicas de aprendizaje escolarizado ha quedado relegada, orbitando en el caos y las malas interpretaciones, esperando recibir indicaciones respecto a cómo y cuándo podría entrar en acción, si es que lo hace.

La estrategia transfiere las funciones del docente a la madre, padre de familia, tutor o cuidador a cargo del pequeño (sin ánimo de demeritar el esfuerzo y apoyo familiar) quien en la gran mayoría de los casos no tiene la formación, ni los recursos, ni la experiencia adecuada y suficiente para ser la embajadora o embajador de la escuela de los niños la mayor parte del tiempo.

Pese a lo anterior, reconocemos que algunos profesores han tomado la iniciativa de no abandonar a su suerte a sus alumnos, pero sin una estrategia institucional sobre uso educativo de tecnología de fondo, lo único que pueden hacer es intentar llevar a cabo parte de sus funciones con lo que hasta ahora comprenden respecto a cómo enseñar en un escenario para el que no estaban preparados, quizá con las herramientas que tienen a la mano.

La improvisación ha dejado bastante lastimado e incompleto el planteamiento respecto a cómo debería funcionar la escuela en estos tiempos, poniéndonos la expectativa de que se sustituya por un mejor diseño, ya que al parecer la distancia social, y las apariciones y reapariciones de del COVID-19, serán una constante en el largo plazo.

Otro de los asuntos que más comienzan a causarnos malestar en la consciencia a los padres de familia es la sensación de “intrusión” de la escuela en nuestras casas y la forma en la que causa graves distorsiones a nuestras rutinas familiares. La manera en la que se apropia de tiempo que debería estar disponible para generar acuerdos y despachar otras labores prioritarias, además crearnos una sensación de constante competencia con los momentos que deberían reservarse para el trabajo (o teletrabajo para quienes aún lo tienen), ni hablar del tiempo de descanso y recreación.

“Aprende en casa” comienza ciertamente a comportarse como una patología para el sistema familiar, que de vez en vez, le agrega amplias cargas de trabajo que lo vuelven disfuncional. Lo anterior representa una grave insensibilidad respecto a cómo las autoridades educativas conciben las necesidades de las familias y a como piensan que éstas funcionan. En nuestra sociedad el modelo de organización familiar ya comienza a dejar de ser aquel en el que el padre está casi todo el día en la labor remunerada (sin tener ninguna otra responsabilidad más que esa), y la madre se encuentra relegada únicamente a las labores domésticas, la educación y crianza de los hijos. A diferencia de ello muchas madres son ahora estudiantes, profesionistas en formación o ejercicio, o trabajadoras económicamente remuneradas que necesitan hacer balance entre las diversas actividades de “la vida laboral y familiar”.

Hay nuevas tipologías de familia, y sus dinámicas de organización están tendiendo cada vez más a gestionar sus relaciones con base en acuerdos para distribuir las responsabilidades y tomar decisiones, no solo en torno a la crianza de los hijos, sino a las labores domésticas, la educación, la economía, la salud y el trabajo entre muchas otras, por lo que existen diversas actividades dentro de la familia que ahora son más heterogéneas y que requieren equilibrarse entre sí.

Claro que el tiempo que se invierte en “aprender en casa” es variable, pero en nuestra experiencia y también con conocimiento de varios testimonios de personas cercanas en situación de familia con hijos (madres en su mayoría) hemos coincidido en que en el peor de los casos se llegan a invertir hasta 8 horas por día para despachar la agenda de actividades escolares, muchas de ellas redundantes, ociosas, estériles y con poca claridad respecto a cómo van a contribuir en el aprendizaje y la evaluación de los niños.

He visto comentarios en internet de que pareciera que “los padres y madres de familia somos mal agradecidos, nada nos gusta” y no valoramos los esfuerzos de las autoridades educativas por mantener la escuela a flote.

En mi opinión recibir educación tiene muchísimo valor, pero se pone en tela de juicio la estrategia cuando alimenta la falsa expectativa de que “sobrecargando a los niños y a las familias de trabajo, la educación cumple su cometido”.

La educación preescolar es uno de los escenarios de aprendizaje más importantes para nuestros hijos. Es una de las experiencias más enriquecedoras, dinámicas y entrañables de la vida escolar.

Es en el kinder en donde conocen a sus primeros amigos. Es en donde entablan una relación no sólo pedagógica, sino de confianza y afecto con su profesora y compañeros. Es ahí donde escuchan cuentos, cantan canciones, aprenden con juegos, se divierten a la hora del receso y socializan con otros niños. En el preescolar donde manipulan, experimentan, construyen manualidades, y tienen acceso a una comunidad que les ofrece un sinfín de experiencias estimulantes.

La educación preescolar parte de una forma de enseñar y de aprender que tiene muy bien consideradas las características y naturaleza del desarrollo infantil, pues es experiencial, fenomenológica, lúdica y socializadora. Tan pragmática que no puede dejar de vincularse con la experiencia concreta, con la manipulación del ambiente, con la interacción con otros y el entorno físico.

Es imposible mantener la expectativa de que todas esas cualidades pueden recrearse con éxito dentro de la casa. Requieren materializarse en un entorno especializado (con una planeación, con recursos y otros actores) que las familias tendrán bastante complicado reproducir con lo que tienen a la mano, teniendo en mente que intentar rescatar “lo que queda de la escuela”, en ocasiones conflictúa con las responsabilidades cotidianas y las nuevas (originadas por la pandemia).

Hacer el preescolar en casa requiere mucha planeación, creatividad, energía, esmero y minuciosidad, que sin pretender ser pesimistas, serían más sencillas de desempeñar para quién se dedique exclusivamente (y quizá manera profesional) a ello, o bien, para quien cuente (mínimamente) con la formación, el acompañamiento, la estrategia, y los recursos tecnopedagógicos adecuados.

Duele poner en encrucijada la educación de nuestros pequeños, y a la vez mantener funcionales y en buena salud otros aspectos de la vida familiar. Decepciona la improvisación y quizá la resignación con la que hemos aceptado “ese reducto” del preescolar mal ejecutado, enrarecido, mal interpretado y mutilado que ahora tenemos.

Ese reducto en el que a los pequeños se les separó repentinamente de sus maestras y se les arrebataron (no sabemos si por accidente) la mayor parte de las experiencias significativas que antes tenían en la escuela, persuadiéndolos para ver unas horas de televisión y después generar  evidencias sin pies ni cabeza al contestar preguntas que rayan entre lo obvio y lo innecesariamente abstracto.

Contar con un proyecto para enseñar a jóvenes y adultos con tecnología quizá no sea fácil de conquistar. No obstante, encontrar las mejores fórmulas para brindar a la primera infancia un entorno educativo significativo, enriquecido y mediado por tecnología parece figurar como un reto de gran calibre que debería ser prioritario dentro de las estrategias institucionales para llevar la educación a casa, en especial, cuando los pequeños han sido (quizá) los más afectados.

El presente invita a la creatividad y la innovación para transformar el sistema educativo a fin de incorporar la tecnología como uno de sus componentes fundamentales. Por tales razones, en los siguientes párrafos planteamos algunas lecciones que pueden considerarse aprendizajes a partir de la actual experiencia, tomándolos como punto de partida para desarrollar acciones en el futuro inmediato.

Construir un modelo educativo que trascienda el transmisionismo

La mediación tecnológica es un componente de la experiencia educativa que se desperdicia si se utiliza únicamente para “transmitir contenidos”. Será importante definir cómo se entiende la enseñanza, el aprendizaje, y cuál es la aportación de la tecnología para facilitarlos. El conocimiento contemporáneo proporciona diversas pautas para potenciar el aprendizaje a través de la tecnología, considerando las prácticas de uso de mayor trascendencia para fortalecer el acto educativo, diseñando didácticas que consideren los aspectos cognitivos, afectivos y sociales de la mediación tecnológica.

Incluir y dar formación a todos los participantes del acto educativo

Aún no se aprecia en la estrategia nacional un planteamiento claro respecto a las funciones y la forma en que se articularán profesoras, profesores, padres, maestros, alumnas y alumnos ¿Cuál será su rol?, ¿De qué forma se relacionarán entre sí?, ¿A través de qué medios?, ¿Qué recursos utilizarán?, ¿Para hacer qué?, ¿Con qué frecuencia?, entre muchas otras incógnitas que el modelo educativo debería explicar para proporcionar una concepción legible sobre cuál será el papel de cada quién en la organización de las experiencias de aprendizaje.

La educación mediada por tecnología debe ser permanente y no emergente

La actual crisis internacional ha puesto sobre la mesa la necesidad urgente de construir un modelo que articule la educación en mediada por tecnología (en línea y a distancia)  con la educación presencial. Lo anterior considerando que los potenciales beneficios de la tecnología van más allá de abatir las barreras geográficas y la sincronía temporal, pues si son bien utilizadas podrían enriquecer la experiencia educativa escolar de forma trascendente. Partiendo de dicha idea consideramos indispensable incorporarla como uno de los componentes permanentes del sistema educativo y no sólo como una estrategia para reaccionar ante la emergencia.

Pensar en la dinámica familiar para calcular mejor la dosis de trabajo

Desde nuestro punto de vista los medios, las expectativas y dosis de trabajo no son sensibles a la situación excepcional que la mayor parte de las familias estamos viviendo a consecuencia de la pandemia. Se han distorsionado sobremanera las rutinas familiares, y se han agregado muchas otras problemáticas nuevas que requieren una importante inversión de tiempo que debe coexistir sin conflicto con la escuela en casa.

Sobrecargar de trabajo no necesariamente garantiza buenos resultados. Al contrario, puede hacer del hábito de aprender algo aversivo, por lo que se vuelve fundamental calibrar el tiempo para el trabajo escolar en casa a fin de que no haga cortocircuito con otras actividades igual de importantes.

Idear la propuesta considerando a los más pequeños

La mediación tecnológica es un componente de la experiencia educativa que se desperdicia si se utiliza únicamente para “transmitir contenidos”. Si vamos más allá, veremos que el “transmisionismo” es una estrategia de enseñanza que tiene mucho menos valor para los más pequeños, pues la naturaleza de su desarrollo y aprendizaje, exige mayor diseño, interacción, y situaciones didácticas con significado, vinculadas a su experiencia y realidad cotidianas. Si acaso ha resultado difícil contar con una planteamiento educativo mediado por tecnología para jóvenes y adultos, el reto se magnifica cuando lo aterrizamos a la primera infancia. Sin embargo, será uno de las primeras necesidades a resolver en el futuro inmediato si aspiramos a incorporar la educación mediada por tecnología en la escuela a nivel básico.

Mantener la distancia social utilizando la tecnología para educar no sólo es importante para evitar enfermarnos o enfermar a otros, sino para encontrar y poner en marcha  fórmulas innovadoras para enseñar y aprender que resulten en beneficios para la educación de nuestros pequeños.

No debemos resignarnos aceptando ciegamente lo que «quedo de la escuela» durante y después del coronavirus. La crisis sanitaria también abre la oportunidad de reconfigurar la escuela, y hará posible enriquecerla con la mediación tecnológica si partimos de las concepciones adecuadas.

¿Qué piensas sobre «aprender en casa»?, ¿Como les ha afectado como profesores o padres de familia?, ¿Cómo lo viven sus pequeños?

Nos encantará compartir puntos de vista.

Saludos cordiales desde el confinamiento

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